Ven Espiritu de amor

Autor: Juan de Fécamp

 

 

Amor divino, lazo sagrado que unes al Padre omnipotente y a su 
bienaventurado Hijo, todopoderoso Espíritu consolador, dulcísimo 
consolador de los afligidos, penetra con tu soberana virtud lo más 
profundo de mi corazón; que tu presencia amiga llene de alegría, por 
el brillo deslumbrante de tu luz, los rincones oscuros de mi morada 
abandonada; ven a fecundar con la riqueza de tu rocío lo que ha 
marchitado una larga sequía.

Desgarra, con un dardo de tu amor, el secreto de mi desorientado ser 
interior, penetrando con tu fuego salvador la médula de mi corazón 
que languidece y consume, proyectando en él la llama de un santo 
ardor.

Júzgame Señor, y separa mi causa de los impíos. Enséñame a hacer tu 
voluntad, porque tú eres mi Dios. Sí, creo que donde tú habitas, 
estableces también la mansión del Padre y del Hijo. Dichoso el que 
sea digno de tenerte por huésped, puesto que por ti el Padre y el 
Hijo harán en él su morada.

Ven, pues bondadosísimo consolador del alma que sufre, ayuda en la 
prueba y en el descanso. Ven, tú que purificas las manchas, tú que 
curas las llagas. Ven, fuerza de los débiles, sostén de los que caen. 
Ven doctor de los humildes, vencedor de los orgullosos. Ven, dulce 
Padre de los huérfanos, juez de las viudas lleno de mansedumbre. Ven, 
estrella de los navegantes, puerto de los náufragos. Ven, esperanza 
de los pobres, consuelo de los que desfallecen. Ven, gloria insigne 
de todos los vivos.

Ven, el más santo de los espíritus; ven y ten piedad de mí. Hazme 
conforme a ti e inclínate hacia mí con benevolencia para que mi 
pequeñez encuentre gracia ante tu grandeza, mi impotencia ante tu 
fuerza; según tu inmensa misericordia por Jesucristo mi salvador, que 
vive en unidad con el Padre y contigo, y que siendo Dios, reina por 
los siglos de los siglos.