Oración de un joven adulto.

Autor:  Luis Espinal, sj.



Ya casi no somos jóvenes; la vida nos ha madurado; y envejecido. El
abanico de posibilidades se ha ido cerrando; y ahora, la vida es un
camino prosaico, entre dos cunetas.

Sentimos la tentación del desengaño, ante tantos cadáveres de
nuestros ideales. Nos sentimos cansados de luchar; y quisiéramos ya
una vida aburguesada.

Señor, consérvanos en la juventud. No nos dejes caer en la tentación
de la rutina y el dejarlo correr.

Jesucristo, quisiéramos ser como Tú, que no conociste la esclerosis
de la edad madura, y fuiste joven hasta la muerte violenta.
Danos juventud, aunque sea sólo juventud interna, de espíritu. Hay
que ser jóvenes de mentalidad, y no sólo en el vestido.
Consérvanos la imprudencia de la juventud. La bendita imprudencia que
es capaz de jugarse la vida por un ideal; capaz de ilusión y de amor.
Que nunca seamos viejos, ni carga muerta, meros frenos para los
demás. No nos satisface ser solo carteles indicadores de peligro, a
lo largo del camino.

Líbranos, Señor, de ser incomprensivos con los que nos siguen. Ellos
traen algo nuevo. No queremos hacerles sufrir lo que hemos sufrido.
Enséñanos a cederles el paso, a tiempo; queremos aprovechar su
energía, utilizar su crítica. No queremos envejecerles,
contagiándoles nuestra vejez prematura.
Enséñanos, Señor, a retirarnos a tiempo. Sin que nos tengan que bajar
a la fuerza.