Oraciones de San Agustín.

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Grande eres, Señor.

Con esta oración comienza san Agustín el libro de Las Confesiones.
Invoca a su Dios y dedica a El, el libro en el que va a hacer memoria
de la historia que Dios hace con él.
Grande eres, Señor, y laudable sobre manera; grande es tu poder, y tu
sabiduría no tiene numero. ¿Y pretende alabarte el hombre, pequeña
parte de tu creación, y precisamente el hombre, que, revestido de su
mortalidad, lleva consigo el testimonio de su pecado y el testimonio
de que resistes a los soberbios? Con todo, quiere alabarte el hombre,
pequeña parte de tu creación. Tú mismo le excitas a ello, haciendo
que se deleite en alabarte, porque nos has hecho para Ti y nuestro
corazón está inquieto hasta que descansa en Ti.

¿Quién me dará descansar en Ti?
San Agustín ha descubierto que nada ni nadie puede darle reposo fuera
de Dios. Y como Moisés desea ver su rostro. Por eso quiere morir para
tener vida que no se acaba.
¿Quién me dará descansar en Ti? ¿Quién me dará que vengas a mi
corazón y le embriagues, para que olvide mis maldades y me abrace
contigo, único bien mío? ¿Qué es lo que eres para mí? Apiádate de mí
para que te lo pueda decir. ¿Y qué soy yo para ti para que me mandes
que te ame y si no lo hago te aíres contra mí y me amenaces con
ingentes miserias? ¿Acaso es ya pequeña la misma de no amarte? ¡Ay de
mí! Dime por tus misericordias, Señor y Dios mío, qué eres para mí.
Di a mi alma: "Yo soy tu salud." Que yo corra tras esta voz y te dé
alcance. No quieras esconderme tu rostro. Muera yo para que no muera
y pueda así verle.

Angosta es la casa
San Agustín tuvo la experiencia de buscar la felicidad por todos
lados, y todo fue en vano. Un día descubrió que él estaba habitado
por Dios mismo y se sintió indigno.
Angosta es la casa de mi alma para que vengas a ella: sea ensanchada
por Ti. Ruinosa está: repárala. Hay en ella cosas que ofenden tus
ojos: lo confieso y lo sé; pero ¿quién la limpiará o a quién otro
clamaré fuera de Ti? Tú lo sabes, Señor. No quiero contender en
juicio contigo, que eres la verdad, y no quiero engañarme a mí mismo,
para que no se engañe a sí misma mi iniquidad.

Tarde te amé
San Agustín va descubriendo sus cegueras y sorderas.
¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y ves
que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y
deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú
creaste. Tú estabas conmigo mas yo no lo estaba contigo. reteníanme
lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no serían.
Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y
resplandeciste, y fugaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y respiré,
y suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y
abraséme en tu paz.