Oh Dios.

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¡Señor, Dios Todopoderoso, que has creado el Cielo y la Tierra y el
Mar y todo lo que en ellos hay. Alabanza, honor y gloria a tu nombre
por los siglos!

En Ti residen para siempre, la verdad, la santidad, la
gracia y la belleza. Esplendor y majestad irradia tu trono, fuerza y
magnificencia adornan tu santuario.

En tu palacio todo proclama:
¡Gloria! Tú has hecho todas las cosas bellas, y ellas manifiestan el
esplendor de tu grandeza; sus acentos armoniosos resuenan en todo el
Universo. A la voz de tu trueno, la tierra se pone a temblar; pero
cuando el viento murmura a través de las hojas, cuando el manantial
balbucea, es como un reflejo de tu gracia. Y cuando los pájaros hacen
resonar sus cantos tan variados y tan melodiosos, percibimos como un
eco de la música de tu voz. Tú has hecho nacer en nuestro corazón el
deseo de celebrarte. Tú te complaces con nuestras alabanzas y aceptas
nuestros cantos. Tú nos has dado la música como un medio privilegiado
para expresar nuestros sentimientos : ¡Gracias por éste regalo!.
Queremos utilizarlo para cantar tus alabanzas y para revelarte a los
que viven sin esperanza. ¡Gracias por todos los salmos, los himnos y
los cánticos compuestos por los que nos han precedido y por nuestros
contemporáneos!. ¡Gracias por los dones musicales que has dado a tu
Iglesia, concédenos en tu amor, utilizarlos para tu Gloria!. Desde
aquí abajo Señor, queremos unir nuestras alabanzas, a aquellas que
hacen resonar el coro de miles de ángeles que te celebran en el cielo,
esperando el día glorioso, en el que entonaremos el cántico nuevo en
compañía de los redimidos de todos los tiempos y lugares reunidos
delante de Ti.