Oraciones de acción de gracias

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I
Dios, omnipotente y misericordioso,
que admirablemente creaste al hombre
y más admirablemente aún lo redimiste,
que no abandonas el pecador,
sino que lo persigues con amor paternal.
Tú enviaste tu Hijo al mundo,
para destruir con su pasión el pecado y la muerte,
y con su resurrección devolvernos la vida y la alegría.
Tú has derramado el Espíritu Santo en nuestros corazones,
para hacemos herederos e hijos tuyos.
Tú nos renuevas con los sacramentos de salvación,
para liberarnos de la servidumbre del pecado,
y transformamos de día en día,
en una imagen, cada vez más perfecta de tu Hijo amado.
Te doy gracias
por las maravillas de tu misericordia,
canto par ti,
con nuestra boca, corazón y vida, un cántico nuevo.
A ti la gloria, por Cristo en el Espíritu Santo,
ahora y siempre.

II
Padre Santo,
Tú nos has reformado a imagen de tu Hijo.
Concédeme
alcanzar tu misericordia,
y ser testigo de tu amor en el mundo.

III
Realmente es digno y justo
darte gracias siempre y en todo lugar,
Dios todopoderoso y eterno,
que corriges con justicia y perdonas con clemencia.
En ambas cosas te muestras misericordioso,
porque, cuando castigas,
lo haces para que no perezcamos eternamente,
y cuando perdonas, nos das ocasión de que nos corrijamos.

IV
¡Oh Dios!, que creas y mantienes toda la claridad.
Tanto has amado al mundo,
que entregaste a tu Hijo Unigénito por nuestra salvación.
En su cruz hemos sido redimidos,
vivificados con su muerte,
salvados por su pasión,
glorificados con su resurrección.
Concédeme manifestar
en el corazón la fe,
en las obras, la justicia;
en la conducta, la piedad;
en las costumbres, la rectitud,
y poder conseguir así el premio de la inmortalidad.

V
Señor Jesucristo, rico en perdón,
que quisiste asumir la humildad de nuestra carne,
para dejarnos ejemplo de humildad,
y hacernos constantes en todos los sufrimientos,
haz que conserve siempre todo lo bueno que de ti he recibido
que cada vez que caiga en pecado,
salga de él por la penitencia.

VI
¡Oh Dios!, que nos concedes tu gracia,
para que nos convirtamos de injustos en justos,
de desgraciados en felices;
lléname de tu fuerza y de tus dones,
y ya que me falta la justificación de la fe,
que no me falte la fortaleza de la perseverancia